Recientes investigaciones financiadas por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) en Estados Unidos han identificado un tipo de alteración genética poco estudiada hasta ahora —las variantes estructurales de la línea germinal— como un posible detonante en el desarrollo de tumores sólidos infantiles. Estas variantes afectan grandes segmentos del genoma y podrían estar detrás del 1 % al 6 % de casos de neuroblastoma, sarcoma de Ewing y osteosarcoma.
El hallazgo fue publicado en la revista Science y representa un avance clave para entender mejor las causas biológicas del cáncer en niños.
¿Qué son las variantes estructurales y por qué son importantes?
Las variantes estructurales (VS) son alteraciones genéticas que implican la pérdida, duplicación, inversión o reordenamiento de grandes tramos de ADN. En este estudio, los científicos se enfocaron en aquellas presentes desde el nacimiento y heredadas de los padres, conocidas como variantes estructurales de la línea germinal.
El equipo analizó más de 1700 genomas infantiles y los comparó con los de sus padres y de adultos sin cáncer. Encontraron que los niños con cáncer presentaban más variantes estructurales capaces de alterar funciones genéticas clave, en comparación con los grupos de control.
Según los resultados, muchas de las variantes detectadas eliminaban partes importantes de genes involucrados en la reparación del ADN o en la formación de tejidos específicos, como las células nerviosas donde se origina el neuroblastoma.
“El estudio demuestra que hay una clase entera de variaciones genéticas que influyen en el riesgo de tener cáncer en etapas tempranas de la vida”, explicó el doctor Ryan Collins, codirector del estudio y biólogo computacional del Instituto Oncológico Dana-Farber.
Por su parte, el oncólogo pediatra Riaz Gillani, también codirector del estudio, resaltó el potencial terapéutico de estos hallazgos. “Al comprender mejor estas alteraciones, podremos desarrollar tratamientos dirigidos que reemplacen a terapias tradicionales como la quimioterapia”, señaló.
Una de las sorpresas del estudio fue encontrar que los niños varones con cáncer tenían significativamente más variantes estructurales grandes —de más de un millón de letras del ADN— que los adultos sanos o incluso que las niñas con cáncer. Aunque muchas de estas variantes no afectaban genes conocidos del cáncer, estaban distribuidas aleatoriamente en el genoma, lo que sugiere la existencia de factores genéticos de riesgo aún no identificados.
Los investigadores también apuntan a la inestabilidad genómica como un fenómeno subyacente en muchos casos. Esta condición, donde el ADN de las células es especialmente propenso a sufrir cambios, se agrava durante los rápidos periodos de crecimiento infantil, lo que puede favorecer la aparición de nuevas variantes estructurales.
Según los doctores Jayne Hehir-Kwa y Geoff Macintyre, coautores de un artículo complementario al estudio, esta inestabilidad podría ser tratable con terapias dirigidas, como los inhibidores de PARP o la quimioterapia basada en platino, especialmente eficaces contra células con daños genéticos extensos.
Aunque casi todas las variantes estructurales encontradas fueron heredadas, los padres no mostraban signos de cáncer, lo que indica que hay otros factores involucrados. “El cáncer rara vez es el resultado de una sola causa”, enfatizó el doctor Gillani.
Para avanzar, los expertos abogan por una visión holística del genoma infantil, considerando no solo las variantes estructurales, sino también pequeñas mutaciones y otros cambios moleculares. “Necesitamos recopilar toda la información posible y analizar estos eventos genéticos como un conjunto”, concluyó la doctora Jaime Guidry Auvil, del NCI.